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Mi viaje a la ciudad de Omate, Moquegua


Mi objetivo era visitar Omate, un pequeño pueblo en la sierra de Moquegua, famoso por sus vinos y piscos. Llegué a la ciudad de Moquegua al mediodía y tomé un taxi al paradero de Omate. Me sorprendí al saber que los buses salían solo a las 9:00 a.m. y que yo tenía que estar al día siguiente en Omate. Busqué algún auto que me llevara, pero nadie aceptó por lo lejos y accidentado del camino. Me resigné y pasé la noche en un hotel.

Al día siguiente, salí muy temprano y tomé otro taxi al desvío de Omate. Allí esperé en la oscuridad y la niebla que algún vehículo me hiciera el favor de llevarme. Hice autostop a todos los que pasaban, pero ninguno iba por el mismo sendero que yo. Después de tres horas de espera, logré que una pareja de ancianos me recogiera en su viejo station wagon. Ellos eran de Omate y me dijeron que me llevarían si el camino estaba bien.
 
El camino estaba mal. Había muchas rocas caídas por la lluvia y la niebla era densa. El conductor iba con cuidado, tanteando el terreno y evitando los obstáculos. Conversamos sobre el pueblo, su gente y su cultura. Me contaron que Omate era un lugar tranquilo y acogedor, donde se podía disfrutar de la naturaleza y de sus productos típicos. Me dijeron que valía la pena conocerlo, aunque fuera difícil llegar.
 
De hecho no hemos tenido muchas complicaciones, casi todo el camino estuvo asfaltado aunque producto de las inclemencias del clima gran parte del camino estaba invadido por piedras, generalmente por las quebradas por donde había vestigios de pequeños huaycos y tierra suelta -Así es la naturaleza no podemos demandar ni reclamar a nadie, todo con fe, todo con fe, despacio noma- decía el conductor mientras como a tientas o tanteando algún peligro conducía con precaución; y a ratos bajaba yo para quitar algunas piedras del camino.

Creo que llegamos aproximadamente a las 8:30 a.m. a la ciudad de Omate, habremos demorado 2 horas con 30 minutos aproximadamente en llegar desde Moquegua; y no bien llegar uno se da cuenta que Omate es un pueblo bastante tranquilo, al pisar su plaza se respira una paz que solo algunas ciudades te la dan; sus paltas crecen imponentes mostrando sus frutos; sus vides rebosaban prosperidad; hay un río que recorre la parte baja; lo que me recordó la ciudad de Tambobamba en Apurímac; en general, es un hermoso lugar para visitar; para mi gusto aquel día estuvo nublado a eso del medio día caía una intensa llovizna; eso no me importó puesto que donde vivo rara vez llueve y un poco de agua no hace mal a nadie; en fin; aún me queda por recorrer esta pequeña ciudad y hablar con la gente sobre sus costumbres y tradiciones.

El templo junto a la plaza

Hay algo especial en este árbol


Los rastros del aguacero

Vista de la plaza de Omate - Moquegua

La pileta

La neblina 4:00 a.m.

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